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El 20 de Mayo

Tu cumpleaños está por llegar y aún no he decidido que regalarte.


Cuerdas, y obediencia. Ceguera. Mi cuerpo y su lealtad. Aunque nunca fueron míos para regalar.


Está llegando tu cumpleaños. Y en tu pastel de vainilla y frambuesa, coloco velas que jamás se van a apagar. Tres velas que son: amistad, amor y cariño


Te regalo 1001 historias, me convierto en tu Sherezada. Se podría llenar una biblioteca con los cuentos que te escribo. Todas y cualquiera versión de ti, para que las protagonices todas.


Te regalo nuestra historia, aunque ahora hay dos versiones. La primera que fue la que quisimos y la segunda, que fue verdad.


Te puedo enviar la carta de disculpas sinceras que me llegó, hace un par de días, que aún no sé si voy a contestar. El perdón está, por supuesto, desde hace mucho tiempo ya. Te envío un poco si quieres. Todos tenemos derecho a equivocarnos. Todos tenemos la opción, y la oportunidad de perdonar.


Te regalo la confianza ofendida, y mi corazón que partiste en dos. Te regalo las flores, ya las conoces, esas florecitas idiotas llenas de esperanza, que brotaron del derrame de sangre, y adornan mi suelo por aquí, por ahí.


¿Que te parecen las cinco cartas que te escribí? Sí, cinco, así es. Tenía mucho que contar, por mi parte, y aún más que aclarar. Cuando no se les da la oportunidad de defenderse, van sumando los asuntos. Pero no te preocupes. Mis poderes son para crear, nunca para dañar.


Quizás te gustaría que te envié todos “buenos días”, envueltos de cariño, que confieso cada día a la una, cómo oración. O la luna de este hemisferio, que subiré a robar del cielo si tú me lo pidieras.


Te regalo mis poesías, mis sueños turbios, el hábito de susurrar tu nombre de repente, de la nada, hacia el atardecer. Te regalo un guión para disculparte. Te espero, pero no te culpo. Sé que las palabras y tú hacen dos.


Te regalo los 22 pisos hasta tu torre lejana. Te regalo los 22 años que tenía cuando te conocí. Te regalo las 22 noches que lloré sin parar cuando te fuiste. ¿Quién sabía que te puedes deshidratar por los ojos así?


Te trenzo mi pelo, rojo como te gusta, tejiendo una manta por el invierno que de antemano veo llegar. Te envio los regalitos que ya tenía hecho o comprado. Te los iba a mandar uno por uno, uno por cada año de vida, porque sí, parece que yo no conozco otra forma de amar.


Si lo necesitas, si las cosas van mal, te transfiero una parte de lo que gano con mis poesías, dado que son la mayoría inspiradas por ti. Centavo por centavo, compartimos todo a la mitad. Custodia compartida. Son tu descendencia, tu legado. Son todo lo que sembraste en mí.


Te regalo el sol de pleno día, y sus mentiras. Te regalo la noche, y su bondad. Te regalo el terror que me anuda la barriga cuando veo las cifras aumentando por allá. Te regalo las oraciones diarias (sí, diarias) que le ofrezco al Dios en que no crees. Para tu protección, tus queridos, y tu felicidad.


Te regalo tu espacio. Te regalo tu silencio. Te regalo todo, y al mismo tiempo, ya no me queda más para regalar.




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